La cavitación está adquiriendo popularidad y fuerza en los últimos años gracias a sus buenos resultados, pero sobre todo por ser una técnica conservadora efectiva, que hace frente a operaciones quirúrgicas como la liposucción.
Su beneficio principal es ayudar a eliminar la grasa localizada en depósitos densos, pero también a combatir la celulitis (o piel de naranja), un problema muy común, sobre todo en mujeres. Es un tratamiento indoloro y no invasivo.
Se trabaja a través de ultrasonidos. De forma simple, explicar que la onda se introduce en el tejido graso, con el fin de provocar un movimiento dentro de las células grasas (ADIPOCITOS). Se forman burbujas que crecen y luego implosionan para desintegrarse, favoreciendo su eliminación de forma natural por el sistema linfático. Es por ello que se recomienda beber agua antes y después de la sesión. Asimismo, dado que se trabaja con ondas ultrasónicas, al realizar el tratamiento es posible sentir un pitido suave en el oído, a veces imperceptible, pero a tomar en consideración. Dependiendo de la frecuencia que se use, es posible notar un calor agradable cuando el aparato esté en emisión.
La cavitación también se aplica con frecuencia después de una liposucción, para tratar de forma más precisa ciertas zonas del cuerpo. Además se consigue una piel más tersa y con mejor aspecto.
En nuestro centro incluimos en las sesiones de cavitación más tratamientos para que resulte más efectiva su aplicación, como entre otros, el drenaje linfático, plataforma vibratoria y la electroestimulación.
Existen una serie de contraindicaciones a tener en cuenta antes de proceder a llevar a cabo la cavitación. Si el paciente es susceptible de cualquier problema, se recomienda preguntar al facultativo. Entre ellas, destacamos: Mujeres embarazadas o en periodo de lactancia; personas epilépticas o muy sensibles a las ondas; diabéticos; personas con úlcera gástrica, operados de cinturón gástrico o problemas gastrointestinales (sólo si se quiere tratar la zona del abdomen); personas con problemas cardiovasculares (hipertensión, transtornos del ritmo cardíaco, trombosis, fases agudas de tromboflebitis, trombos, varices grandes, mala coagulación, insuficiencia venosa; transplantes; enfermedades oncológicas o hepáticas; enfermedades del oído como otitis, vértigo o mareos; fiebre o infección puntual; menstruación (sólo zona abdominal); dispositivos intrauterinos (DIU, etc); marcapasos, prótesis metálicas o acústicas; operaciones torácicas (conviene consultar con el médico); determinados medicamentos; heridas o patología de la piel sobre la zona a tratar; y por último, personas con alteración de la sensibilidad, especialmente térmica.
Esta técnica debe entenderse como un tratamiento que ayuda a eliminar la grasa acumulada y volumen, pero en ningún caso es una panacea con la que se consiga una pérdida de peso milagrosa. Es un complemento a una dieta sana y equilibrada, combinado con una actividad
que ejercite el cuerpo. Sólo así se lograrán unos resultados óptimos y será más provechoso el tratamiento, siguiendo siempre las pautas del profesional cualificado en el centro.